Gotas de sudor deslizándose por tu espalda rompen el silencio de tu cuerpo y se produce una explosión dentro de tí...
Una guerra de sentidos se desata, cada uno luchando por llevarse la atención de su dueño. Pero es en vano, el cerebro está ocupado con el escalofrío que lo recorre. Los cables se cruzan y la sinestesia te inunda de información. Saboreas las notas, formas y colores hacen que se te iluminen los ojos, y la piel, completamente a su rollo, se dedica a enervarse cuando lo considera apropiado. Una sonrisa asoma por tu cara.
Pero todo acaba y te pasas la mano por la frente y el pelo.
Ni sabes qué acaba de pasar contigo mismo.
No te reconoces.
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